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Londres Parte I


Si existe una parte I es porque también existe una parte II. Y en este caso no puedo dejar de pensar en una sin la otra. Esos días de verano en Londres siempre tendrán esa aura de lo que pasó antes. De los días felices, soleados, de comer en los parques y visitar museos. Sé que sueno terriblemente ominosa, pero no puedo dejar de pensarlo en contraposición. Por un lado me gusta tener esos lindos recuerdos, casi los únicos que tengo de la ciudad. Y por otro, no puedo dejar de preguntarme que me traerá la parte III. En este mundo de las cosas inciertas, dónde nada se puede predecir, siempre me preguntaré si lo que vendrá a continuación será un Londres de invierno o uno de verano.

Pero la realidad es que Londres me recibió así, con una luz que quemaba las fotos y un calor que dejaba sólo para mi imaginación la fantasía recurrente acariciada por años en mi mente acerca de pasear en esos buses rojos en un día de lluvia.

La película transcurría así: Yo cerraría un paraguas e ingresaría al bus, me iría a un asiento vacío al lado de la ventana y vería la lluvia caer mientras escuchaba Dido. Tantas veces lo vi suceder que no podía pensar en Londres sin ese paseo. Pero las fantasías son eso, fantasías. Y a veces sólo pertenecen al mundo de la imaginación, junto a lo que hubiera ocurrido si me hubiera quedado a almorzar en ese lugar carisimo y hubiera conocido más a ese chico francés que no me dejaba de mirar.

Y así, entre recuerdos que nunca existieron y la realidad, mis días en Londres se fueron pasando. Me maravillaban los parques y la alegría de vivir de la gente. Me flecharon los museos y la historia. Pero sobre todo, me podían las ganas de caminar esa ciudad buscando los tesoros que toda la vida espere para ver y todos esos que no sabían que estaban ahí.

La mezcla salvaje entre la ciudad de cristal que es la City junto a la torre de Londres y al puente de la torre que simbolizan perfectamente lo ecléctico de la ciudad. La plataforma 9 3/4 en la estación de King cross inventada como un souvenir. La sorpresa de ver la pintura de The Lady of Shallot y los girasoles de Van Gogh.

Cada paso, cada calle me traía una sorpresa. A veces era una desaradable como reconocer mis propios prejuicios al descubrir que me estaba quedando en un barrio musulmán y a veces eran la dicha de ver una maravillosa puesta de sol desde los jardines de un hospital al que me metí por accidente. Y otras veces era descansar en la sombra y descubrir que los sueños nunca pueden competir con la realidad y que no están para ser cumplidos, sino para movernos a la acción y descubrir en ese camino las callecitas que nunca pensaste caminar, las obras que nunca pensaste ver, los chicos con los que nunca pensaste estar. Ahí, todo junto al Big Ben.

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Datos útiles

- Es mejor quedarse en un lugar relativamente central para poder acercarse a todo caminando. Londres es una ciudad muy grande que para ser disfrutada necesita de una semana, pero no menos de 4 días. Atracciones turisticas hay muchas.

- Muchos museos son gratuitos y gigantezcos y pueden consumir varios días. Para mi gusto, recomiendo mucho The National Gallery, The British Museum, Tate y Tate Britain.

- Yo terminé alojandome en dos puntos opuestos de la ciudad y me sirvió porque pude recorrer distintas zonas en distintos días.

- Para abaratar costos es muy bueno comprar almuerzo en Tesco e ir a alguno de los muchos parques, la comida es sabrosa y el ambiente en verano es muy relajado.

- El transporte es caro, se puede comprar una oyster card y cargarla y al final del viaje si la devuelves también te devuelven el saldo que te quedó.

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