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Stonehenge


Fue en una clase de inglés del colegio. En una de estas presentaciones que nos obligaban a hacer. Luces apagas e imágenes de Stonehenge con un cielo gris o un atardecer de ensueño brillando en el proyector. Fue ahí cuando me prometí que algún días las vería. Me dije que no sabía cuándo, pero las vería antes de morir. Tan nítidas como estas que saque, poblaban mis fantasías de viajes por Europa.

Desde siempre he estado fascinada por lo celta, por los monolitos, por Reino Unido y Stonehenge jugaba un papel importante en mi vida incluso antes que Outlander con su fascinación por las piedras se apareciera. Me parecían míticas, lo más cerca que alguien puede estar de entender como vivía la gente hace 20.000 años.

Ya había pasado dos días en Londres maravillada por todos los museos y sus calles, pero ese día me desperté con más ganas que nunca. Tuve que levantarme mucho más temprano para poder llegar al otro lado de la ciudad a tomar el bus con el tour por el día, pero no podía con las ganas. El paisaje pasaba por la ventana y yo temblaba de la emoción de poder ver con mis propios ojos un montón de piedras que tenían capturada mi imaginación desde que era niña.

Llegué el día no se parecía a nada de lo que hubiera visto en fotos, el cielo era de un azul imposible y el pasto brillaba de verde. Me traté de abstraer de la masa de turistas y caminé con el pulso acelerado hasta que de repente lo divise. Las sonrisas no mienten, se me achinan hasta los ojos. No te puedes acercar, pero es un pequeño precio a pagar por la conservación.

Más triste son todas las personas que invariablemente salen en tus fotos y contaminan de atracción turística el espacio mental de comunión que te invade al ver semejantes rocas puestas de esa forma. Tal como las grandes catedrales de milenios después, aquí se respira devoción.

Es un terreno profundamente cargado. De simbolismo, de recuerdos, de grandilocuencia. Te hace sentir pequeño y te recuerda tu lugar en esta inmensidad. Y también te muestra lo que puede hacer el hombre cuando se lo propone. Sin memoria clara, sin historia, pero presente. Hay cosas que se sienten que van más allá de nosotros mismos y poder haber estado frente a una mirándola por todos lados solo me deja agradecida.

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Datos útiles

- Se puede ir por el día y aprovechar de visitar algo más. Hay muchos tours desde londres que van entre las 40 - 90 libras. Yo tomé uno que iba por la mañana a Stonhenge y por la tarde a Bath. También se puede ir a Salisbury y luego tomar un bus o un tour. Hay distintas opciones. En Stonehenge está todo organizado con buses que te acercan del estacionamiento a las piedras, hay baños, audioguías, cafetería. Los tours incluyen el precio de la entrada. También puedes ir por tu cuenta en auto.

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