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Edimburgo


Creo que lo que me ha detenido tanto tiempo de esta revisión es la seguridad de no poder hacerle justicia a esos días en Escocia. Tanta felicidad no cabe en palabras y seguro como el destino que después llegó el equilibrio. Pero esos días, esos son de los días más felices de mi vida y me da miedo tocarlos con palabras y dejarlos grabados en algo más que pura emoción. Pero lo intentaré.

Porque la memoria es frágil y no se le pueden confiar el sabor de las sidras y el pan de cerdo asado de Oink. No se le puede confiar que recuerde ese primer paseo por la Royal Mile con maleta mientras hacia hora hasta que la ciudad despertara un poco. Del encuentro con The Elephant House, el lugar dónde nació Harry Potter. La primera vista en vivo del castillo de Edimburgo y como me senté en la banca completamente anonadada de estar realmente ahí.

Ahí. Después tantos sueños, de tanto imaginar. Estaba ahí en Edimburgo ya completamente enamorada de la ciudad y su cielo gris. De estar 10 minutos escribiendo en mi libreta hasta sentir la lluvia y tener que correr a buscar refugio.


Del primer día haciendo hora hasta llegar al airbnb y encontrarme con las personas más amables del mundo. Del frío que sentía después de los meses de verano eterno en el mediterráneo. De los verdes y los azules que me llenaban los ojos y hacían que me quisiera pellizcar para saber si realmente estaba ahí.

"Nunca dejes de soñar dice mi lápiz. A veces sin que importe el cómo y el cuando, te encuentras aquí. Y nada es cómo pensaste, y todo es cómo pensaste. Y la brisa agita tu pelo y suena la música y sólo perteneces aquí y ahora "

De esa sensación tremenda de irrealidad que tenía paseando por esas calles mientras esperaba que llegara Lina a sumarse a mi viaje. De lo cafés, los buses de dos pisos en los que no me subí pero veía pasar imaginando una vida paralela en dónde mi día a día perteneciera a esa ciudad. Y es que no puedo dejar de evitar pensar que en Edimburgo se ha quedado alguna parte de mi vida. De otra vida o de una que vendrá. Al menos de la que imagino mientras me pienso recorriendo sus calles de piedra en invierno bajo la lluvia o en algún festival bajo el sol.

Y después llegó Lina a iluminarlo todo con su energía. Y nos paseamos la ciudad buscando las locaciones de Outlander de la tercera temporada ilusionadas encontrando cada escalera que podía dar paso a la imprenta. La búsqueda intensa de Sam por la Royal Mile que después terminó siendo un rumor. Y ahí se me achinan los ojos recordando todas nuestras locuras.

Los walking tour, los paseos por el cementerio encontrando lápidas de Potter y Fraser, el bocadillo de jamón serrano mientras hablábamos la vida con Marta haciendo picnic en mitad del cementerio. Las sidras, las visitas a la joyería a buscar anillos, la compra de la manta que me acompañó por toda Irlanda, la visita a los castillos, logradas y frustradas. Al escoses malas pulgas que nos puteo por pasear en medio de la faena y nos obligó a andar por la carretera, Calton Hill. Edimburgo se me hace uno y me cuesta desmenuzar los recuerdos. La torta de red velvet en Elephant House, las historias, la búsqueda de tantos personajes ficticios y reales y la sensación de que Escocia se transforma en un personaje en sí misma que no puedes dejar de amar. Se me quedó bajo la piel esta ciudad, y aunque no la piso desde hace más de un año y aunque sólo estuve ahí 5 días, siento que podría pasarme viviendo en ella una larga temporada. Y las sonrisas, las sonrisas cuentan toda la historia.

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