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Inverness


Pasó lo que no quería que pasara. Pasaron los meses y luego los años y las cosas se me comenzaron a desdibujar. Y esto se traslado cada vez un poquito más atrás en mi mente. Y volví a Inverness. Contra todas las probabilidades, por obstinación y el deseo más intenso de mi corazón, volví a cumplir una promesa y ahora ambos viajes se me mezclan. Pero lo intentaré. Aunque ya no sienta lo mismo, aunque ya no tenga el mismo estilo. Aunque sea más reconstrucción que recuerdo. Dividiré los dos intensos días en Inverness en tres publicaciones. La primera es el hilo conductor que es la ciudad misma dónde nos quedamos con Lina.


Vuelve a mí, la primera vez que me subí al bus Citylink y comencé a ver las highlands. Sin preocuparme por nada, acompañada de la lluvia y la música, todas las imágenes que había soñado pasaban por mis ojos. Llegamos y llovía, pero no podía ser de otra forma en Escocia. Y aunque Inverness no tenía nada que ver con lo que me había imaginado producto de Outlander, se ganó mi corazón. Era una ciudad, que para cualquiera podría haber sido simplemente gris, pero para mí estaba llena de magia. La magia de llegar a lugares improbables con las personas más improbables.

Recuerdo las sidras de los pubs, la cerveza y las conversaciones. Recuerdo la felicidad de que se pusiera a llover y la sensación de que todo estaría bien. He estado en Inverness con sol y con lluvia y debo reconocer que el ambiente místico que le dan los días nublados y los colores profundos que le dan a la vegetación, me gustan más que los colores gloriosos y brillantes del sol. Es que para mi Inverness y la lluvia eran uno. Ahí apareció en fantasma de Jamie, y aunque no pude encontrar en la ciudad ningún rastro de las descripciones que me enamoraron, el nombre estaba ahí. Inverness sigue siendo la puerta de entrada a esa tierra poderosa que son las highlands.




Al segundo día, partimos muy temprano por la mañana al campo de Culloden, que tiene tanto significado para mí que se irá en otro post y por la tarde, gracias al regalo de Lina, me fui a navegar al lago Ness. Otro de esos momentos que nunca pensé que iba a vivir. Que también se irá en otro post.

Y cómo los días son eternos en estas tierras en los veranos, cuando volvimos a nuestra última tarde a Inverness, nos encontró el sol. Y pudimos conocer la otra cara de la ciudad. Y tener uno de los atardeceres más lindos que vi en Escocia.

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